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Arboles muertos y mucha tinta

Skull the Slayer

Skull the Slayer

POR ARMANDO BOIX

 

Autor: Varios

Números: 8

Edita: Marvel, Nueva York, 1975 - 1976

Llegada la década de los 70, Marvel Comics Group ya se había consolidado como una de las grandes editoriales norteamericanas de narrativa ilustrada y conseguido canales de distribución suficientes para poder proporcionar a los puntos de venta cuantos títulos decidiera publicar, lejos ya las férreas limitaciones que su competidora (pero también distribuidora) DC le fijara en los inicios de la nueva marca. Su plantel de personajes, sin embargo, continuaba en gran medida restringido a las creaciones que Stan Lee proporcionara a La Casa de las Ideas una década atrás, convertidos ya en iconos de la cultura popular. Llegaba ya la hora de abrir puertas a nuevos talentos, de explorar diferentes caminos, que no necesariamente debían pasar por el esquema superheroico. Tras tentativas que se revelaron exitosas como fue “The Tomb of Dracula”, de Marv Wolfman, o “Conan the Barbarian”, de Roy Thomas, Marvel se dejó llevar por el entusiasmo e invadió las estanterías con una avalancha de nuevas cabeceras, que en su mayor parte tuvieron muy corta existencia. Es el caso de títulos de superhéroes como “Iron Fist”, “The Champions”, “Bloodstone” “Omega” o “Black Goliath” o mitos del pulp rescatados como “Doc Savage”, “Tarzan” o “John Carter”. En un punto intermedio entre ambas tendencias se encontraría “Skull the Slayer”, cuyo protagonista tiene reminiscencias superheroicas –posee un cinturón alienígena que le concede superfuerza–; pero, más que combatir supervillanos, corre aventuras fantásticas en un escenario exótico, con un espíritu capaz de recordarnos al de las novelas de Edgar Rice Burroughs.

La colección se puso a la venta en agosto de 1975, con una cadencia bimestral, durante el periodo en el que Len Wein sustituyó a Roy Thomas como editor jefe de Marvel. Ese primer número estuvo escrito por Marv Wolfman e ilustrado por Steve Gan, pareja artística que sólo confeccionaría tres entregas, para ser reemplazados por Steve Englehart, como guionista del número cuatro, y Bill Mantlo escribiendo el resto de la colección. El dibujante sustituto de Gan fue el siempre eficaz Sal Buscema, uno de los artistas más productivos y fiables de la editorial, que consiguió los mejores resultados gráficos en los números donde estuvo entintado por Sonny Trinidad, quien enriqueció a los lápices del pequeño de los Buscema con un barroquisco y detalle de los que carecían en origen.

Del mismo modo que, en aquella época, Kirby se inspiró en las teorías de Erich von Daniken para la creación de “The Eternals”, Wolfman sin duda encontró su motivo argumental en otro éxito editorial del momento: “The Bermudas Triangle” de Charles Berlitz, libro publicado en 1974 que, exponiendo el misterio en torno a las desapariciones de barcos y aviones en esa zona del Caribe, había conseguido vencer millones de ejemplares. Porque ése es el arranque de la saga: una avión de transporte Hercules resulta atrapado por una extraña turbulencia sobre el Triángulo, para ir a estrellarse, no contra el mar, sino en una peligrosa jungla alejada en el espacio y el tiempo, donde contra toda lógica conviven monstruos prehistóricos con diversas civilizaciones de la antigüedad. La tripulación perece en el impacto; no obstante, sí logran sobrevivir algunos pasajeros que conforman un variopinto y mal avenido grupo: Jim Scully, alias Skull, veterano de la guerra de Vietnam conducido a juicio bajo la acusación de haber asesinado a su hermano; el doctor Corey, un científico de color resentido con la sociedad y con un carácter bastante agrio; Ann Reynols, bella secretaria que no acaba de encontrar su lugar en el mundo; y Jeff, un adolescente rebelde y fugado, hijo de un senador. Aunque no parecen soportarse muy bien unos a otros, la necesidad de sobrevivir les mantendrá unidos, en su recorrido plagado de huidas desesperadas, bestias ansiosas por devorarles y nativos con la lanza siempre lista.

Aunque este argumento puede retrotraernos a la aventura fantástica clásica del estilo de “La tierra olvidada por el tiempo”, resulta interesante los toques de modernidad que los guionistas confieren a la serie, tratando, a través de la figura de su personaje principal, el tema de la inútil intervención norteamericana en Vietnam y la inadaptación de los veteranos una vez vueltos a casa. Y en la construcción de la personalidad de Jim Scully también se rompe con los moldes tradicionales hasta ese momento, pues es un hombre muy alejado de los idealistas bienintencionados habituales en los cómics, escéptico, herido por sus experiencias, individualista hasta el punto de tener comportamientos tan poco ejemplares como abandonar a sus compañeros a su suerte para salvar la propia vida. Jim Scully “Skull” es un superviviente, entrenado por el ejercito para matar, sin otro objetivo que ver otro amanecer.

Desgraciadamente, la serie no obtuvo la suficiente respuesta por parte de unos lectores saturados de novedades, lastrada entre otras cosas por una periodicidad muy poco favorecedora, y se canceló de forma abrupta tras el número 8, dejando su trama sin concluir. Como hiciera la editorial en otros casos similares, Marvel brindó la oportunidad de cerrar de un modo un poco más digno la historia, y concedió a los protagonistas de “Skull the Slayer” espacio en la serie “Marvel Two-in-One”, donde La Cosa compartía aventuras con otros personajes. Así, en los números 35 y 36 de esta colección, publicados en 1978, tendremos un oportuno final a las peripecias de este grupo de perdedores, con el mismo Marv Wolfman, creador del personaje, escribiendo el guión y el magnífico artista filipino Ernie Chan en el dibujo.

 

 

El color de la magia (The Colour of Magic, 1983)

El color de la magia (The Colour of Magic, 1983)

Autor. Terry Pratchett

Serie: Mundodisco n°1

Colección: Best Seller, 342/1

Edita: Debolsillo, 2004

 

Que la fantasía heroica tiene clisés agobiantes listos para parodiar no es una novedad. Justamente por eso, es terreno fértil para tipos que hacen parodias obvias, esas que terminan aburriendo, con poca profundidad. Pocos autores logran avanzar a convertir la parodia en reflexiones filosas que superan el chiste fácil. De hecho, solo se me ocurren dos. Por un lado tenemos al Cerebus de Dave Sim, que en sus 300 números pasa de la parodia obvia a la sátira social, política y religiosa, para finalizar convirtiéndose en un manifiesto filosófico personal camuflado de obra de ficción. Por el otro tenemos a Terry Pratchett y su Mundodisco, del cual es esta la primer historia.

O historias, porque este libro se compone de cuatro historias interconectadas por sus dos protagonistas. Por un lado tenemos el mago Rincewind, que tiene en su cabeza uno de los Hechizos Primordiales grabado a fuego... con lo que toda su capacidad mágica queda tapada por éste, debiendo sobrevivir gracias a su habilidad con los idiomas. Y por otro tenemos a Dosflores, turista de otro lado del mundo que viene a conocer ese emocionante lugar lleno de bárbaros, un tipo inocente, rico y que no termina degollado y desvalijado porque tiene una suerte tremenda y una maleta mágica que funciona como perro guardián. Es justamente este personaje tan absurdo (el subtítulo de la novela debería ser “Un turista japonés en Hiboria”) el que hace que la novela funciona. Eso y las maravillosas observaciones satíricas que pueblan sus páginas. Hay momentos en que me reía a carcajadas con las observaciones que deja al pasar Pratchett.

Y básicamente las historias son recorridos por los lugares mas tópicos del subgénero que son diseccionados cruelmente por Pratchett. Rincewind y Dosflores son la pareja dispareja que enfrenta esas vicisitudes entre la asombrada alegría (en el caso de Dosflores) y la patética resignación (como le pasa a Rincewind).

En su momento este libro fue un éxito que dio pie a que Pratchett se dedicara a expandir a niveles insospechados al propio universo de Mundodisco, saliendo de la pura parodia para avanzar a desarrollos más de crítica social y política y a elaborar su propia visión de ese mundo. Pero este libro , el que empezó todo, todavía hoy sigue sosteniéndose muy bien en su trabajo paródico. Algo que muchos otros libros similares no pueden decir.

SUYO AFECTÍSIMO: ROBERT BLOCH

SUYO AFECTÍSIMO: ROBERT BLOCH

POR ARMANDO MOIX

 

Una mujer desnuda bajo la ducha. Una sombra tras las cortinas. Un cuchillo. El grito. El cuchillo baja una y otra vez... La sangre se escurre lentamente por el desagüe.

Nadie olvida la célebre secuencia de Psicosis, en la que la aparente protagonista es asesinada a los pocos minutos por un travestido Norman Bates. La perdurabilidad de la película de Hitchcock ha llegado a convertirse en una losa sobre el autor de la novela original, Robert Bloch, creador de una obra mucho más amplia y que, desde su estreno, ha visto impuesta en sus portadas la cansina coletilla de «por el autor de “Psicosis”», aunque no fuera esta historia de ningún modo el inicio de su carrera como escritor, ni siquiera la primera vez en que se ocupaba de la figura del asesino enfermo —algunos malintencionados cuestionarán la celebridad de Bloch recordando el conocido principio cinematográfico según el cual raramente una gran novela consigue una traducción afortunada a la pantalla, mientras son multitud las buenas películas basadas en novelas vulgares—.

Robert Bloch, nacido en Chicago el 5 de abril de 1917, publicó su primer relato, Lilies, en 1934 en la revista amateur «Marvel Tales», y su primera venta profesional fue ese mismo año para «Weird Tales», con The Secret in the Tomb, aunque aparecería impresa en primer lugar una historia posterior, The Feast in the Abbey. El joven Bloch era un entusiasta atraído por los temas fantásticos desde que, a la edad de nueve años, contemplara a Lon Chaney interpretar la versión muda de Phantom of the Opera. Este feliz descubrimiento se vería reforzado pronto con la lectura de Edgar Allan Poe y la revista «Weird Tales», en especial de las poderosas fantasías de H. P. Lovecraft, con el que empezó a cartearse siendo todavía un adolescente.

Era inevitable que el novel escritor resultara deslumbrado por el maestro y muy pronto fue absorbido en el llamado «Círculo de Lovecraft». A la manera de August Derleth, Clark Ashton Smith y Frank Belknap Long, contribuyó a los Mitos de Cthulhu con un nuevo libro maldito, De Vermis Mysteriis, de Ludvig Prinn, y narraciones como The Faceless God (1936), The Dark Demon (1936) o la tardía e interesante —por su redacción como diario infantil— Notebook Found in a Desert House (1951). De cualquier forma, sus relatos más recordados del ciclo son, hoy en día, los que protagonizaron un curioso juego literario con el mismo Lovecraft.

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En 1935 Robert Bloch publicó en «Weird Tales» The Shambler from the Stars, donde un místico de Providence, fácilmente identificable como Lovecraft, tiene un horrible final tras recitar imprudentemente un pasaje de De Vermis Mysteriis. Antes de ofrecer el relato a la revista, Bloch había tomado la precaución de solicitar el permiso de Lovecraft para «matarle», a lo que éste accedió con muy pocos reparos, incluso por escrito:

«A quien corresponda:

»Certifico que Robert Bloch (...) queda plenamente autorizado para retratar, matar, aniquilar, desintegrar, transfigurar, metamorfosear o bien maltratar al abajo firmante en el cuento titulado The Shambler from the Stars».

Pese a esta autorización, Lovecraft no dudó en replicar a Bloch haciéndole, a su vez, víctima de otra criatura sobrenatural, bajo la trasparente identidad del escritor de relatos de terror Robert Blake. Eso sucedía en The Haunter of the Dark, publicado por «Weird Tales» en diciembre de 1936. Ya muerto el maestro, y como homenaje, Robert Bloch cerró este intercambio de truculentas imaginaciones con el relato The Shadow from the Steeple (1950). En esta ocasión Lovecraft ya aparece como tal, imbricado en la narración como amigo del fallecido Robert Blake y cronista de su muerte.

Tras la desaparición o abandono de sus autores más carismáticos —H.P. Lovecraft, Robert E. Howard y Clark Ashton Smith—, «Weird Tales» entró en una lenta pero imparable decadencia y Bloch empezó a explorar otros géneros y mercados. Ya en 1936 había escrito sus primeros guiones radiofónicos para los cómicos Roy Atwel y la pareja Stoopnagle y Budd. Más tarde, en 1944, adaptó treinta y nueve de sus historias para el programa Stay Tuned for Terror. También, como Kuttner, Long o Bradbury, que empezaron a escribir profesionalmente con relatos macabros para «Weird Tales», se sintió tentado de probar el joven y vital género de la ciencia ficción; pero, al contrario que alguno de los citados, no le llevaría a abandonar su primer amor, la literatura de terror, que siempre mantendría el protagonismo dentro de su producción.

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Su primer relato de ciencia ficción fue Secret of the Observatory, aparecido en «Amazing Stories» en el número de agosto de 1938. A éste le seguirían muchos otros, notables en ocasiones, como son It Happened Tomorrow (1943), Almost Human (1943), The Past Master (1955) o The Learning Maze (1974). La ciencia ficción de Robert Bloch pertenecería a la vertiente más soft del género, en parte debido a la escasa formación científica de Bloch, pero también por ser mayor su interés por la exploración psicológica de los personajes que por la especulación futurista. Curiosamente, pese a ser un escritor relacionado muy tangencialmente con la ciencia ficción, Robert Bloch recibiría uno de los primeros premios Hugo, el correspondiente a relato en 1959, por That Hell-Bound Train, eso sí, por una fantasía.

El salto de las páginas de las revistas «pulp» a los libros se produjo en 1945, con The Opener of the Way, una antología de relatos de Arkham House, la editorial que August Derleth y Donald Wandrei crearon inicialmente para publicar la obra de Lovecraft. Su primera novela llegaría dos años más tarde, aunque su argumento andaría lejos de las fantasías sobrenaturales de su época en «Weird Tales», y no sólo en su tema, sino también en su estilo, lacónico y moderno frente al anterior amaneramiento lovecraftiano. The Scarf (1947) trata sobre las andanzas de un estrangulador psicópata, narradas —insólitamente— en primera persona, con un asesino atormentado al que no le faltan paralelismos con el futuro Norman Bates.

Tardaría años en volver a publicar una novela, pero cuando lo hizo en 1954 no ofrecería una sólo, sino tres. La primera, Spiderweb, es una historia de misterio no muy afortunada, en la que se nos narra cómo un actor se convierte en títere de un inteligente y maquiavélico villano, el profesor Hermann; las otras dos, Kiddnaper y The Will to Kill, recobran al asesino psicópata como personaje central, prólogos a lo que sería la posterior y más conocida Psycho (1959).

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No es necesario mencionar el argumento de Psycho (incorrectamente traducida como Psicosis en España) , que todo el mundo recuerda. Para él, Robert Bloch se inspiró muy libremente en la historia real de uno de los más terribles asesinos en serie de este siglo, Ed Gein, el caníbal de Wisconsin, que también serviría de base para la truculenta película La matanza de Texas. Hitchcock, que llevó la obra a la pantalla en 1960, jamás dedicó a la novela original comentarios demasiado favorables,  asegurando que lo único que le había atraído de ella era la escena del asesinato en la ducha  y tachándola de «vergonzosamente trucada». Lo cierto es que Bloch no es muy honrado con el lector y no escribe con la necesaria ambigüedad para resultar verosímil que Norman y su madre sean una sola persona; aunque argumentalmente la película sigue con bastante fidelidad la historia, tal y como fue imaginada por su autor, y muchos de sus méritos hay que atribuirlos por igual a la soberbia imaginación visual de Hitchcock y a la inventiva de Robert Bloch, a pesar de que el primero intentara acaparar toda la gloria, tal y como manifestó en su entrevista a Truffaut: «En Psicosis el argumento me importa poco, los personajes, lo mismo; lo que importa es la fusión de las secuencias, la fotografía, la banda sonora y todo lo que, siendo puramente técnico, puede hacer gritar al público. Al público no le intriga el mensaje, ni le conmueve una gran interpretación. Lo que le emociona es el cine puro».

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Sea como fuere, a raíz del tremendo éxito comercial de la película los productores se sintieron atraídos por el trabajo de Bloch, hasta ese momento un simple autor de novelas de misterio como otros cientos, y que sólo recientemente se había trasladado a Hollywood para trabajar como guionista de televisión. La década de los 60 la dedicará, por tanto, a escribir casi en exclusiva para la pantalla, empezando por un remake de El gabinete del doctor Caligari, para la 20th Century Fox, y llegando, incluso, a la hoy serie de culto Star Trek —para la curiosidad de los trekkies, Robert Bloch es el autor de los episodios What Are Little Girls Made Of? (1966), Catspaw (1967), Wolf in the Fold (1967)—, además de un buen número de películas producidas por Amicus —la rival británica de la Hammer— en las que se adaptaron algunos de sus relatos, como son The Deadly Bees (1966), Torture Garden (1967), The House That Dripped Blood (1970) o Asylum (1972).

Los cuentos de Bloch, breves y con final sorpresa, resultaban ideales para las películas de episodios típicas de Amicus y algunas excelentes series de televisión con las que colaboró en esos años, como Night Gallery o Alfred Hitchcock Present. Sin embargo, ese estilo de terror pasó de moda en los setenta, cuando películas como The Exorcist (1973) o The Omen (1976) y las novelas de Stephen King revitalizaron un género aletargado durante mucho tiempo, modernizándolo. Robert Bloch vio como su, hasta entonces, apretada agenda se aligeraba y casi no se le encargaban guiones, salvo para unos pocos telefilmes. Volvió a la literatura impresa, a la que se había dedicado muy esporádicamente en los años anteriores y sólo con historias breves para revistas, aunque nunca dejaron de publicarse sus libros, generalmente antologías con material antiguo. Sin abandonar su marca de fábrica, el psicópata, intentó aportar algo nuevo en su producción escribiendo en 1974 American Gothic.  Contra lo usual en él, acostumbrado a situar sus historias en ambientes contemporáneos, en esta obra la acción transcurre en 1893 y su argumento se acerca más a las historias de suspense gótico estilo Victoria Holt, con damas en apuros y mansiones lóbregas, que a la novela de terror de moda en esos momentos —Carrie, de Stephen King, se publicaría ese mismo año—.

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Pese a su empeño en continuar escribiendo, el tiempo de Robert Bloch había pasado. En los años 80 se hace patente la decadencia de su narrativa, que pierde frescura en la búsqueda de un éxito comercial que no llega. Ejemplos serían su patética novelización de la película The Twilight Zone (1982); Psicosis II, con la que Bloch pretendía adelantarse al proyecto hollywoodiense de filmar una secuela de la película, aunque al final los productores la realizaron sin tomar en consideración esta novela a la hora de escribir el guión; The Night of the Ripper (1984), nueva incursión en el personaje de Jack el Destripador, desafortunada por su forzada e inverosímil conclusión, y más comparando con los buenos resultados que el famoso asesino le había reportado en relatos como Your’s Truly, Jack the Ripper o A Toy for Juliette —incluida en las Dangerous Visions (1967), de Harlan Ellison, lo cual no deja de resultar curioso tratándose de una antología pretendidamente joven y revolucionaria, y siendo Robert Bloch una escritor de la vieja guardia—; o The Jekyll Legacy (1990), la pretenciosa intención de continuar una novela redonda e intachable como The Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde (1886), de Robert Louis Stevenson, en la colaboración con  Andre Norton.

De todos los pastiches escritos en el último tramo de su carrera, el que a mí, por mis gustos personales, me resulta más simpático es Strange Eons (1978), un retorno al universo de Lovecraft lleno de guiños para el conocedor de su obra, y en cuyo último capítulo se nos muestra el tan postergado retorno de un Cthulhu triunfante a la Tierra. No es, sin embargo, el último libro lovecraftiano de Robert Bloch. En 1981 Zebra publica Mysteries of the Worm, colección completa de los relatos de los Mitos de Cthulhu escritos por Robert Bloch durante toda su carrera, bastante más recomendables que los de otros epígonos, como August Derleth.

Robert Bloch murió de cáncer en 1994, tras permitirse un último rasgo de humor, él que siempre lo tuvo tan negro: escribir un artículo para la revista «Omni» donde, como quien avisa a los amigos de su boda, anunciaba con absoluta naturalidad el paso que la naturaleza iba a obligarle a dar en breve.

Injustamente, creo, su fallecimiento apenas suscitó comentarios entre los aficionados a la literatura fantástica —al menos en España— y hoy es un autor con muy pocos lectores. Para justificarlo debemos reconocer que la obra de Robert Bloch tiene sus debilidades, por lo que no se le valora todo lo que su larga carrera merecería. Por un lado sus relatos cortos recurren con demasiada insistencia al truco del «impacto» final, pareciendo chistes alargados, mientras que sus novelas se han decantado más hacia el «thriller» policiaco. También ha influido que se concentrara durante muchos años en el mundo del guión radiofónico, televisivo y cinematográfico, siendo su producción impresa bastante irregular, mezclándose lo excelente con la más soberana tontería. Pero Bloch es historia y merece que le reservemos un rincón en nuestra memoria, aunque sea sólo por ese magnífico regalo para nuestra pesadillas que es el atormentado Norman Bates y ese escalofrío que todos hemos sentido alguna vez cuando, mientras nos duchamos, imaginamos ver una sombra tras las cortinas.

Bibliografía original

-The Opener of the Way. Relatos. 1945.

-The Scarf. Novela. 1947.

-The Kidnaper. Novela. 1954.

-Spiderweb. Novela. 1954.

-The Will to Kill. Novela. 1954.

-Shooting Star / Terror in the Night.  1 novela y 1 colección de relatos. 1958.

-Terror in the Night. Relatos. 1958. 

-Psycho. Novela. 1959.

-Pleasant Dreams. Relatos. 1960.

-The Dead Beat. Novela. 1961.

-Firebug. Novela. 1961.

-Blood Runs. Relatos. 1961.

-Nightmares. Relatos. 1961.

-More Nightmares. Relatos. 1961.

-Terror. Novela. 1962.

-Atoms and Evil. Relatos. 1962.

-The Couch. Novelización. 1962.

-Your’s Truly, Jack the Ripper. Relatos. 1962.

-Bogey Men. Relatos. 1963.

-Horror 7. Relatos. 1963.

-The Skull of the Marquis de Sade. Relatos. 1965.

-Tales in a Jugular Vein. Relatos. 1965.

-Chamber of Horrors. Relatos. 1966.

-The Living Demons. Relatos. 1967.

-Ladies’ Day / This Crowded Earth. 2 novelas. 1968.

-The Star Stalker. Novela. 1968.

-Dragons and Nightmares. Relatos. 1968.

-The Todd Dossier. Novela. 1969.

-Bloch and Bradbury. Relatos. 1969.

-It’s All in Your Mind. Novela. 1971.

-Sneak Preview. Novela. 1971.

-Fear Today, Gone Tomorrow. Relatos. 1971.

-Night-World. Novela. 1973.

-American Gothic. Novela. 1975.

-The Best of Robert Bloch. Relatos. 1977.

-Cold Chills. Relatos. 1977.

-The King of Terrors. Relatos. 1977.

-Out of the Mouths of Graves. Relatos. 1978.

-Such Stuff as Screams Are Made Of. Relatos. 1979.

-Strange Eons. Novela. 1979.

-There Is a Serpent in Eden. Novela. 1979.

-Mysteries of the Worm: All the Cthulhu Mythos Stories of Robert Bloch. Relatos. 1981.

-Psycho II. Novela. 1982.

-Twilight Zone: The Movie. Novelización. 1983.

-The Night of the Ripper. Novela. 1984.

-Out of my Head. Relatos. 1986.

-Midnight Pleasures. Relatos. 1987.

-Fear and Trembling. Relatos. 1989.

-Lori. Novela. 1989.

-The Jekyll Legacy. Novela. 1990. Con Andre Norton.

-Psycho-Paths. Relatos. 1991. Como antologista.

 

Ediciones en español

-La calavera del Marqués de Sade (The Skull of the Marquis de Sade; 1965). Relatos. Tr: R. Cárdenas. 158 págs. Ed. Diana, col. Halcón. México, 1968.

-Cría cuervos (The Dead Beat; 1961). Novela. Tr: A. Rivero. 160 págs. Ediciones G.P., col. Policiaca. Barcelona, 1962.

-Cuentos de humor negro (Tales in a Jugular Vein; 1965). 10 relatos. 160 págs. Tr: E. Rimbau. 160 págs. Ed. Molino, col. Biblioteca Oro Terror. Barcelona, 1968.

-En los límites de la realidad (The Twilight Zone; 1983). Novelización. Tr: Edith Zilli. 232 págs. Ed. Bruguera, col. Cinco estrellas. Barcelona, 1983.

-Escalofrrríos (Cold Chills; 1977). Tr: Domingo Santos. 270 págs. Ediciones Acervo, col. Acervo Ciencia/Ficción. Barcelona, 1981.

-Háblame de horror (Parlez-moi d’horreur; 1970). 12 relatos. Tr: Baldomero Porta. 256 págs. Ed. Bruguera, col. Libro Amigo. Barcelona, 1975.

-Hiélase la sangre (Blood Runs Cold; 1961). 17 relatos. Tr: Ana Mª de la Fuente. 224 págs. Plaza & Janés Editores, col. Pan. Barcelona, 1963.

-El horror que nos acecha (Strange Eons; 1979). Novela. Tr: Pilar Alba. 250 págs. Ediciones Acervo, col. Acervo Terror. Barcelona, 1983.

-Lori (Lori; 1989). Novela. Tr: Jesús de la Torre. 276 págs. Ed. Plaza & Janés, col. Éxitos. Barcelona, ¿1991?.

-Mundo-oscuro (Night-World; 1973). Novela.

-La noche del destripador (The Night of the Ripper; 1984). Novela. Tr: Montserrat Solanas Marta. 254 págs. Plaza & Janés Editores, col. Éxitos. Barcelona, 1987.

-Psicosis (Psycho; 1959). Novela. Tr: Carlos Paytuvi. Ed. Plaza y Janés. Barcelona. ¿Año ?

-Psicosis (Psycho; 1959). Novela. Tr: Carlos Paytuvi. 70 págs. Ediciones Forum, col. Biblioteca del Terror. Barcelona, 1983.

-Suyo afectísimo, Jack el destripador (Yours Truly, Jack the Ripper; 1962). 10 relatos. Tr: Juan J. García Guerrero. 156 págs. Editorial Molino, col. Biblioteca Oro Terror. Barcelona, 1964.

Piratas en los pastos

Piratas en los pastos

Autor: “Peter Debry” (seudónimo de Pedro Victor Debrigode)

Colección: Bisonte Extra n° 147

Edita: Bruguera, Buenos Aires, 1958

 

Jim Holigan sabe que está en un problema. Ha sido encargado por lor rancheros de la zona para detener el paso de Spencer Krauss y su gigantesco rebaño de ovejas, que pretende pasar por la comarca arrasando con todos los pastos sin pagar un centavo, trayendo la ruina a los rancheros dueños de las vacas. Y cuenta con el apoyo de los pastores ovejeros locales. Si Jim no logra detener los planes del maquiavélico e inescrupuloso Krauss, una guerra entre vaqueros y pastores puede desencadenarse en la zona. Una guerra que solo parece beneficiar la propio Krauss. Y si a eso le sumamos una familia de honrados pastores mexicanos que desconfían de los vaqueros y especialmente de su hermosa hermana, tenemos la receta para una historia compleja y fascinante.

Ya habíamos visto en este blog a Debrigode como autor de novelas de aventuras en series como El Pirata negro o El Halcón. Su paso del formato de la novela seriada por entregas a los bolsilibros unitarios diría que – si está novela es un ejemplo de su producción posterior – demuestra un crecimiento en sus habilidades como narrador. La trama de esta historia es concisa, plausible y lo suficientemente compleja para un libro de este formato. Y los personajes tienen una personalidad que se aleja – en lo posible – de lo esquemático. Particularmente la habilidad del plan del villano de la pieza es de un maquiavelismo tan brillante como inesperado. Realmente para vencerlo, el muchacho debe recurrir a un duelo de astucia no menor, donde el uso de las armas y los puños son casi un resultado secundario.

Así como no he podido explicarme el éxito de Marcial Lafuente Estefanía, puedo explicarme leyendo esta novela los elogiosos comentarios de los aficionados a la novela popular españoles sobre el trabajo de Debrigode. Con novelas como esta, es evidente por qué su buena fama.

Porque la sangre es vida (Wandering Ghosts; 1911)

Porque la sangre es vida (Wandering Ghosts; 1911)

Autor: Francis Marion Crawford

Traducción: M. Giménez Saurina

Colección: Serie Terror

Edita: Abraxas, Barcelona, 2001.

POR ARMANDO BOIX

Aun habiendo nacido en Estados Unidos, Francis Marion Crawford (1854-1909) vivió buena parte de su existencia en Italia y sus cuentos fantásticos se inscriben dentro de la corriente europea —y más concretamente inglesa— del ghost story victoriano. En una época racionalista y prosaica se redescubrió el inefable placer del escalofrío como motivo artístico, eso sí, enfrentándose a él con una frialdad intelectual muy alejada del apasionamiento, en ocasiones histriónico, de la novela gótica.

Sin tener sus relatos el acabado perfecto de los cuentos del maestro M. R. James, verdaderos mecanismos de precisión, en cambio son superiores a los de otros coetáneos en originalidad de las tramas y capacidad de sugerencia. Intentó incluso la difícil pirueta de componer cuentos espectrales con final feliz —es el caso de En las aguas del Paraíso y El fantasma de la muñeca—; aunque, por más que éstos son impecables en su forma, horror y optimismo no acaban por establecer perfectas relaciones. Crawford consigue sus mayores éxitos cuando adopta una vena más genuinamente macabra, construyendo piezas que se han ganado un puesto en las antologías más exigentes, como ocurre en su obra maestra El chillido de la calavera, el vampiresco Porque la sangre es vida o La litera superior, cuento sobre el que Lovecraft escribió que es «uno de los relatos más tremendos de toda la literatura». Menos conocida, y una agradable sorpresa para mí, es ¡Hombre al agua!, historia marinera meticulosa en su ambientación, donde se conjugan el tema del doble, el amor, los celos y la venganza desde el más allá.

Autor de una obra extensa y muy leída en su tiempo, sólo en contadas ocasiones Crawford se paseó por los páramos del relato fantástico y su producción en este género se reduce a los siete textos que forman el presente volumen. Por esas paradojas de la vida, la mayor parte de sus novelas yacen en el olvido, mientras estas pocas historias sobrenaturales le han proporcionado un rincón en la inmortalidad literaria.

La lista de los 7 (The List of Seven; 1993)

La lista de los 7 (The List of Seven; 1993)

Autor: Mark Frost

Traducción: Alberto Coscarelli

Edita: Ediciones B. Barcelona, 1995.

 

RESEÑA DE ARMANDO BOIX

 

A poco que te interese la literatura popular, el nombre de Arthur Conan Doyle en una contraportada ha de despertar, cuando menos, tu curiosidad. Con tal baza juega Mark Frost, que en su primera novela se apoya en el involuntario mecenazgo que el escritor escocés le brinda con su propio personaje. Así los admiradores de Sherlock Holmes no sólo contarán con la presencia de su autor favorito, sino podrán disfrutar también de una especie de aventura espuria del detective, pues el agente de la reina Jack Sparks, uno de los protagonistas de La lista de los 7, es el aventurero, científico y genio de la deducción en cuya fuerte personalidad se inspirará Doyle -siempre según la ficción de Frost- para la creación de su más famoso héroe literario.

  La novela, de desarrollo lineal, escritura clásica y fácil lectura, recuerda en más de un momento a los folletines de aventuras de principios de siglo. Desorbitada, con terribles peligros, persecuciones constantes y archivillanos malos pero que muy malos, se enmarca en ese subgénero del relato fantástico en un ambiente de época que autores como Tim Powers y James P. Blaylock han cultivado con tanto éxito. Tal vez su mayor defecto resida en el apoyo excesivo en las casualidades y soluciones rocambolescas, que llegan a mermar su verosimilitud más de los deseable. Aunque la acción continua procure impedir al lector pararse a reflexionar, no resulta admisible que una poderosa sociedad secreta persiga al joven doctor Doyle por revelar accidentalmente sus secretos en una novela, cuando éste se ha limitado a tomar los detalles de su historia de los ensayos teosóficos de Madame Blavatsky, divulgados sin ninguna censura en la época; pero aún resulta más increíble verle escapar una y otra vez con sus escasos recursos de atacantes tan feroces como zombis, momias, gárgolas animadas y sanguijuelas gigantes.

  Con todo no es una lectura a despreciar, y Frost, amén de realizar una aceptable creación de ambientes y manejar con especial habilidad los diálogos, consigue llevar a buen puerto -dentro de una lógica más cercana a la narrativa pulp que a la novela actual- su conjunción de una trama folletinesca con elementos de horror sobrenatural. Merece la pena llamar la atención sobre ella, y más cuando su publicación se ha producido fuera de las colecciones habituales del género, por lo que probablemente pasará desapercibida entre muchos de sus potenciales consumidores.

No estamos solos…

No estamos solos…

En los casi diez años de este blog, esto ha sido un trabajo estrictamente personal. Fuera de algún que otro artículo específico por el que pedí permiso o ayuda a otra gente, casi todo lo escirto aquí es obra y gracia de vuestro humilde Blogmaster.

Y es no ha sido por una decisión personal. De hecho, me gustan los proyectos colaborativos. Pero reconozco que soy medio exquisito con el hecho que la gente entienda lo que quiero hacer aquí (básicamente, una cruza de trabajos de arqueología pop con una actitud desprejuiciada sobre lo que se lee, desoyendo a los que idolizan Vacas Sagradas Literarias, sean estas vacas sagradas Oficiales o Alternativas).

Pero hoy eso cambia. Este blog (y su humilde servidor primero que nadie) le da la bienvenida a Armando Boix, a quien conocí en el grupo de Facebook de la revista Barsoom (interesados en el pulp y aledaños, anótense ahí, que se los recomiendo plenamente… además de la revista otra delicia para los amantes de la literatura pulp clásica ). ¿Quién es Armando Boix? Dejémoslo que él mismo se presente.

“Dibujante, diseñador gráfico y escritor, he practicado estas disciplinas de forma paralela, con diferente intensidad, aunque el mundo del grafismo ha sido siempre mi principal actividad profesional.

Estudié pintura en la Escola Massana, de Barcelona, y finalizados mis estudios empecé a trabajar como dibujante técnico en una empresa de diseño textil. Antes, sin embargo, ya había realizado trabajos puntuales en publicidad, ilustración y cómic.

A lo largo de mi paso por diferentes empresas compaginé el dibujo con el diseño, asumiendo también, en 1998, la dirección y maquetación de la revista «Stalker», para Ediciones Gigamesh, especializada en cine fantástico.

Como escritor, empecé a publicar en la década de los 90 relatos y artículos en diferentes revistas y fanzines. Mi primera novela, El Jardín de los Autómatas, ganó en 1996 el premio Gran Angular, de Ediciones SM. A día de hoy he publicado cinco libros, además de participar en numerosas antologías y volúmenes colectivos, en España y Francia.”

Por cierto quien quiera saber más de él puede ir a su web personal, solo siguiendo este enlace.

Como ven un colaborador de lujo al que le estoy sumamente agradecido por los aportes que me ha enviado sin problemas. Espero que los suyos sean los primeros de muchos otros colaboradores mas.

Así que mañana esperen la primera reseña de Armando.

Ahí nos leemos.

Como dijo nuestro finado Mork: ¡Nenu nenu!

The pin-up art of Bill Ward (2011)

The pin-up art of Bill Ward (2011)

Autor: Bill Ward.

Editores: Alex Chun y Jacob Covey

Edita: Fantagraphics, Seattle, 2011

 

Bill Ward empezó dibujando historietas en la Golden Age de los comic books americana allá por la década de 1940 y 1950. Con la llegada del Comics Code Authority, Bill empezó a buscar nuevos aires para seguir viviendo de su arte. Y comenzó a publicar en las páginas de las revistas para adultos de la épcoa, haciendo chistes de doble sentido donde siempre hay señoritas sexy dibujadas con medias negras , cintura de avispa, poca ropa y un par de tetas que parecen dos misiles listos para dispararse, cual Afrodita A-1. Nada muy profundo en términos literarios y que se diferencian de centenares de otros artistas por la maestría con que Ward usaba el crayón Conté, que daba un efecto de carboncillo a sus dibujos muy difícil de realizar.

Este libro justamente recopila muchos de esos trabajos de Ward, exhibiendo sus fortalezas como dibujante y su manejo de la técnica. Al pasar las páginas , uno se da cuenta del gran trabajo que hacía Ward de manera regular, de su gran dominio de la caricatura y de la sutileza de su trazo. Eso sí, no esperen mas que lo que es: una recopilación de chistes de doble sentido que hoy no escandalizarían a nadie. Eso sí, dibujado con un trazo maravilloso.

Si les gusta la ilustración retro y las pin- ups, este libro es para ustedes. Si no, pueden evitarlo.

Un trago para el camino (One for the road, 1958)

Un trago para el camino (One for the road, 1958)

Autor: Fredric Brown

Colección: Caballo Negro Crimen

Edita: Bruguera, Barcelona, 1966

 

Mayville es un pueblito pequeñísimo en el medio de Arizona donde raramente pasa algo. Y mucho menos un asesinato… hasta que encontraron a Amy Waggoner desnuda en su cama, con una puntada a la altura de su corazón. Amy llevaba solo un mes en Mayville pero se había ganado una sólida reputación como alcohólica, emborrachándose cada noche en los bares del pueblo.

Bob Spitzer era el único redactor del periódico del pueblo, varado allí por un contrato leonino en un trabajo mal pagado, cuando ocurrió el asesinato. En el libro seguimos su investigación para descubrir al asesino. Que no diremos quién es pero daremos una pista: si aplicamos lo que yo llamo el “Principio Agatha Christie de Resolución de Enigmas Criminales” (“Todo personaje interesante y que parece particularmente inocente será el culpable al final”), no queda la menor duda de quién mató a Amy mucho antes de llegar a la primera mitad del libro.

Porque, realmente, como novela criminal, este no es uno de los mejores trabajos de Brown. Hay un par de sospechosos que evidentemente no lo son, un par de pistas falsas que se desinflan enseguida y un final que necesita de una casualidad portentosa para resolverse.

Pero aunque la trama no es nada del otro mundo (y hasta un poquito menos si se quiere), Brown compensa con su fabulosa descripción de la vida en un pequeño poblado, sus ritmos cansados y sus personajes típicos muy bien construídos. De hecho, la novela despide un tufillo autobiográfico, porque Brown fue durante mucho tiempo periodista de periódicos en pequeños poblados de esa zona. Incluso el prodigioso consumo de alcohol que Spitzer tiene en la novela es similar al del propio autor (que tuvo problemas con la bebida). Los pequeños detalles de la vida cotidiana en un pueblo chico de esa zona de Yanquilandia en esos años están asombrosamente realizados. Como novela costumbrista oculta, Un trago para el camino es una revelación. El autor capta con tanta fidelidad el ambiente local que uno se olvida de que hay un crimen que Solucionar. Y sumémosle algunos toques de sexo y violencia, con una escena memorable donde el protagonista fuma marihuana, y tenemos un libro que, sin ser rompedor, se hace de lectura entretenidísima, mucho mejor de lo que se puede creer en su descripción realista de un lugar en un momento determinado.

Este es un trabajo menor dentro de la obra de Fredric Brown. Pero incluso sus menores trabajos son (en mi opinión para nada imparcial ya que soy un confeso fan) mejores que muchas otras novelas policiales. Vale la pena siempre leerlo. Se los aseguro.

Arsenio Lupin, ladrón aristocrático (Arsene Lupin, gentleman-cambrioleur, 1907)

Arsenio Lupin, ladrón aristocrático (Arsene Lupin, gentleman-cambrioleur, 1907)

Autor: Maurice Leblanc

Colección: Lectosfera – Serie Escarlata n° 133

Edita: Pictus, Buenos Aires, 2013

 

Es bueno que alguien se decida a reeditar a Arsenio Lupin, el molde a partir del que se crearon los ladrones de guante blanco en la cultura popular. No solo por ser un precedente histórico (que si fuera por eso ahí están las historias de Raffles que efectivamente lo precede en publicación) sino simplemente porque Maurice Leblanc, su autor, escribe muy bien.

En los nueve relatos que componen este libro, vemos cómo se va formando poco a poco el personaje de Lupin. Si en el primer relato, ya vemos que Lupin es un personaje público famoso en la opinión pública, en el segundo se demuestra su prodigiosa habilidad para generar los planes más increíbles y conseguir burlarse de la policía. En relatos posteriores se va poco a poco descubriendo su pasado, mostrando su generosidad y buen humor y viendo cómo se ensaña con las posesiones de ricos y poderosos, al os que no solo roba sino que, si lo puede hacer humillándolos, mejor. Para el final del libro, tenemos un personaje fascinante que preside una colección de historias una más entretenida que la otra.

Y la edición de Pictus, de diseño moderno, con una traducción fenomenal de Elvio Gandolfo, una nota preliminar que da un somero pero claro repaso introductorio a la creación del personaje y su autor y con una tapa que recuerda a personajes del manga, es un ejemplo de cómo tornar atractiva un libro que, mal editado, podría no encontrar nuevos públicos. Y, en este caso, eso sería definitivamente una pena.

Ventajistas en “Silver City”

Ventajistas en “Silver City”

Autor: Marcial Lafuente Estefanía

Colección: Bisonte n° 210

Edita: Bruguera, Barcelona , ¿? (circa década de 1950)

 

Cuando uno habla en Hispanoamérica de novelitas de vaqueros, el primer nombre que todo el mundo conoce (y acá "todo el mundo" significa no solo los conocedores, sino los lectores pasajeros) es Marcial Lafuente Estefanía. Probablemente, junto a Corín Tellado (su equivalente en la novela romántica), Estefanía haya sido para las generaciones que vivieron el fenómeno del "bolsilibro" a full, sinónimo con ese formato. De hecho, agrego una memoria personal: mi padre nunca fue un gran lector de novelas. Las pocas veces que lo recuerdo leyendo una era o bien novelas de Fernando Vizcaíno Casas (que se merece alguna reseña en algún momento por estos lares también) (y, sí, amigos lectores hispanos: mi padre era de derechas) o las de nuestro reseñado. Así que me acerqué no solo con interés crítico, sino con un cierto apego emocional a esta novela.

Tras leerla, lo único que se me ocurre pensar es ¿QUE DEMONIOS LE VEÍA MI VIEJO (Y TODOS LOS OTROS LECOTRES, YA QUE ESTAMOS) A ESTEFANÍA?

Porque, vamos, no le pido mucho a estas novelas. Principalmente que pueda pasar las páginas rápidamente, sin sufrirlo. O sea, algo que me entretenga. Y uno sabe que está en problemas cuanod, en una novela de 120 páginas, uno está preguntándose en la página 40 cuanod se termina el libro. Cosa que efectivamente pasó con la novela.

Para los que quieran saber de qué iba este sufrimiento, ahí sintetizo el argumento: hay un rancho con caballos de primera, que esperan poder venderse a buen precio en un establo dedicado a las carreras. Pero el capataz del rancho está confabulado con unos compradores inescrupulosos para venderlos a un precio menor. La hija del dueño del rancho descubre a un hombre malherido en los terrenos. Lo cura y el agradecido vaquero resulta ser un cowboy valiente, honesto y con una velocidad prodigiosa en puños y al momento de disparar. Mientras desarma las ofensivas de los que quieren quedarse con los caballos a bajo precio, se implica de alguna manera en el conflicto que hay entre los mineros de la zona, que son asesinados para robarles su oro. Nombrado como comisario para enfrentar le problema logra descubrir al responsable tras los robos (el dueño del banco local). Y a todo esto, el romance con la hija del ranchero queda comprometido porque ella se pone celosa por la relación (estrictamente profesional, aclaremos) entre el muchacho y la dueña de una “pension” (por no decirle madama de burdel) que es la principal opositora al banquero. Y de alguna manera todo se soluciona.

No, en serio, leer esta novela fue una prueba de resistencia para este lector veterano. No se por dónde empezar. Tal vez por la dichosa costumbre de poner un punto y apare a cada frase (o a casi todas). O por el hecho de que las cosas más que desarrollarse, se atropellen. O por la sensación que agrega personajes y no sabe qué hacer con ellos a mitad de camino. O porque la idea del argumento parezca una criatura mítica en sus manos. O por…

Bueno, demás está decir que NO SE ACERQUEN A ESTA NOVELA NI POR CASUALIDAD. Y, si esto es un ejemplo de cómo escribía el señor Estefanía (que siempre puede ser una pifia en una carrera más que aceptable, digamos), pues busquen a oros autores, que había muchos, pero muchos escribiendo estas novelas de vaqueros al mismo tiempo.

Fola, el hombre que fue una biblioteca

Fola, el hombre que fue una biblioteca

Autor: Geoffrey Foladori (a) Fola

Edita: Montevideo Comics, Montevideo ,2013

 

Si tenés mi edad (cuarenta y largos) seguro que de chico te leíste laguna vez la revista Anteojito. Si eso pasó, seguro te topaste con esa maravilla del humor blanco que era Pelopincho y Cachirula, repleta de chistes con un encanto inocente, con esos dos niños cabezones que parecían vivir en un mundo donde las cosas eran casi bidimensionales y en ese formato te doble tira vertical tan raro. Su autor, Geoffrey Foladori (o Fola como todos lo conocíamos) resultó ser un señor viejito muy británico, tan refinado como su humor… y que venía publicando desde décadas atrás.

Que no hubiera un libro dedicado a Fola era una omisión imperdonable.

Gracias al cielo existe en Uruguay el evento Montevideo Comics, que todos los años (y gracias a dinero que pone el gobierno uruguayo) edita como regalo de la convención un libro dedicado a un artista uruguayo. El año anterior, Carlos Maria Federici había sido el beneficiado. Y este año, le toco a Fola.

Ell libro recopila principalmente le material que Fola publicó en medios uruguayos (aunque hay algunas tiras hechas en medios argentinos), dando una buena muestra de los personajes que hacía en ese período. Desde Ciengramos y Viola – nombre original de Pelopincho y Cachirula – a Don Tranquilo, pasando por Don Gumersindo o el ¡Divúlguelo! (versión criolla del Aunque Ud. No lo Crea de Ripley), el trabajo de Fola brilla en estas páginas. Más allá de los cambios en el trazo fruto de las épocas,  el humor se mantiene: sólido, limpio y de ribetes surrealistas, siempre listo para sacar una sonrisa.

La selección a cargo de Matías Castro es impecable y el trabajo de restauración a cargo de Diego Jourdan (que además contribuye con una tapa maravillosa) es de lo mejor que se puede hacer, teniendo en cuenta que los materiales originales no estaban en el mejor estado. O sea un libro que, en su confección es un perfecto homenaje a un creador que se merecía un homenaje así. Ojala que la gente de Montevideo Comics siga haciendo estos libros.

 

 

Misteriosa Buenos Aires (1950)

Misteriosa Buenos Aires (1950)

Autor: Manuel Mujica Láinez

Edita: Sudamericana, Buenos Aires, 1999

 

De chico, mi madre (primera guía literaria que recuerdo) insistió e insistió que tenía que leer a Mujica Lainez. En cuanto me convenció me pasó este libro y recuerdo haberlo disfrutado mucho (venía justo después de mi descubrimiento de Poe y era seguir en el mismo rumbo). Muchos, muchos años después decidí releerlo a ver si el enamoramiento infantil era algo nostálgico o efectivamente era tan bueno como recordaba y como mi mamá insistía (insiste) desde siempre.

Veredicto: Mi mamá sigue teniendo razón.

Mujica Laínez es un maestro del cuento corto de ribetes fantásticos. Un maestro clásico, alejado de las voladas conceptuales de Borges o de las pirotecnias surrealistas de (para mi gusto el sobrevalorado) Julio Cortazar, con mucho de Poe en la construcción de la estructura y bastante de la floritura de los modernistas en su uso de las palabras (y una subterránea – y no tanto – obsesión con el sexo en todas sus vertientes en muchos de los relatos). Un tipo que descubre una personalidad compleja con un giro de frase. Un tipo que mezcla rigurosidad histórica, drama personal y momentos fantásticos y terroríficos con la elegancia de un orfebre de las palabras.

Probablemente este libro sea uno de sus momentos cumbres. 42 relatos que cuentan momentos de la historia de Buenos Aires entre la fundación en 1536 (“El hambre”, posiblemente uno de los relatos más vívidos y espeluznantes de la desastrosa expedición de Pedro de Mendoza) y 1904 (“El salón dorado”, una fabulosa alegoría de la crisis y decadencia de la rancia aristocracia argentina). Todos de una ambientación y cuidado histórico encomiable. Hay de todo: dramas pasionales que son básicamente registros dramáticos (“El sucesor”) , cuentos infantiles (“El hombrecito del azulejo” , un cuento que pide A GRITOS que hagan la película animada para toda la familia), historias de corte fantástico y/o macabro (“El cazador de fantasmas”, “El arzobispo de Samos”) y hasta pastiches gauchescos muy bien logrados (“El ángel y el payador”, “Una aventura del Pollo”). Todos escritos con un ojo puesto en terminarlo en el momento justo, no antes ni después; con un uso de las palabras abrumador; con uso finales fabulosos, abrumantes, inesperados.

En suma, no leer a Mujica Lainez es casi un pecado. No disfrutar de Misteriosa buenos Aires es perderse uno de los mejores libros de cuentos escritos en español.

A veces hay que escuchar a los padres.

 

El falso Bracmán (Il bramino dell’Assam, 1911)

El falso Bracmán (Il bramino dell’Assam, 1911)

Autor: Emilio Salgari.

Colección: Los piratas de la Malasia nro. 9

Edita: Gahe, 1970

 

El reino de Assam, gobernado por Surama y su esposo Yañez de Gomera, está siendo amenazado por la sedición. Varios ministros han caído envenenados y nadie sabe quién es el responsable. Yañez decide seguir una pista que lo lleva al submundo del os mendigos de las cloacas y su líder, un falso brahmán que parece predicar la rebelión. Y, si bien lo capturarán e intentarán hacer hablar a toda costa, nada impide que el palacio estalle en llamas y la reina Surama y su hijo estén en peligro…

La palabra para definir esta novela es “agotamiento”. Está clarísimo que el ciclo del os piratas de Mompracem ya lo tenían cansado a Salgari, que se mantenía escribiéndolos porque era lo que sus editores le exigían. Y se nota claramente que está completando cuartillas para rellenar. Sino no se puede explicar los largos y tediosos capítulos dedicados a las torturas que Yañez y (sobre todo) Kammamuri (el personaje más frecuente de la novela y que, realmente, es tenebroso en su obsesión con torturar… ¿este libro lo leerían en la Escuela de las Américas en las clases de lenguaje?) le aplican al falso brahmán para que éste confiese. O en todo el largo capítulo dedicado a la expedición bajo las cloacas. Realmente pasa muy poco y realmente con cero emoción. Y Sandokán no aparece ni por asomo.

Claramente la saga pierde encanto. Quedan dos más y terminamos.

 

Steve Canyon complete, volumen 1:1947 (The complete Steve Canyon: 1947, 2013)

Steve Canyon complete, volumen 1:1947 (The complete Steve Canyon: 1947, 2013)

Autor: Milton Caniff

Edita: Kraken, Madrid, 2013

 

Es increíble como el mudo de la historieta se olvida de sus clásicos. Muchos de los aficionados, capaces de saberse de memoria vida y obra de cada X-Men, de comprarse hasta el sketchbook hecho por Akira Toriyama borracho a las tres de la mañana en las servilletas de un bar, de hablar del Corto Maltés con una erudición encomiable, de defender las virtudes de alguna serie de Columba dibujada por Canelo y escrita a las apuradas por Robin Word o tener completa las dos épocas de la revista Fierro, lo mas probable es que no solo no hayan leído nunca a Milton Caniff , sino que ni siquiera les preocupe hacerlo.

Y esto es como querer dársela de enterado de literatura y ni siquiera tener idea quien es Miguel de Cervantes.

La sombra de Caniff se proyecta en toda la historieta “seria” de una manera que pocos artistas lo han hecho. Tipos como Hugo Pratt, Jordi Bernet, Joe Kubert, Gil Kane, Alex Coth y Stan Drake (y estoy nombrando solo a los primeros que se me ocurren: la lista es realmente infinita) le deben mucho de sus estilos al estilo de Caniff. No solo por su uso impresionista de formas y fondos, donde no están todos los detalles (como pasa con tipos como Hal Foster, José Luis Salinas, Alex Raymond o – en un registro diferente – Hergé y Jacobs), sino solo los verdaderamente relevantes. También por su habilidad para describir con dos líneas de diálogo personajes complejos o construir diálogos que harían la envidia de más de un novelista. O el construir secuencias mudas de una potencia emocional apabullante en el espacio limitado de una tira diaria o una media página dominical. O de mantener el suspense tira tras tira, construyendo un equilibrio fabuloso en una estructura comercial (la tira diaria con continuará) muy peor muy difícil.

Y, si bien Steve Canyon será siempre su segunda obra maestra que nunca desbancará a su Terry and the Pirates, este primer tomo agarra a Caniff en su peak creativo y además entusiasmado con su nueva creación (de la que además era dueño exclusivo, como cuenta el interesantísimo prólogo de Bruce Canwell). Con lo que el historietista tira toda la carne al asador en cada una de las tiras. Y se nota.

Para el que no sabe de qué va la cosa, SteveCanyon es un ex piloto de la Fuerza Aérea yanqui desmovilizado tras la Segunda Guerra. Es el dueño de Horizons Unlimited, una pequeña aérea de transporte aéreo que está siempre al borde de la quiebra. Y por eso siempre abierto a cumplir cualquier encargo no del todo kosher que le caiga en cima. Desde ya, cada contrato que consigue se convierte en una aventura repleta de personajes tortuosos, “femme fatales” (una de las especialidades de Caniff), espías con dobles y triples juegos y héroes rudos y poco convencionales.

La edición de Kraken (tomada de la que hizo la yanqui IDW) es fastuosa, con una traducción de Luis Alboreca y Carlos Diaz Maroto encomiable. Aclaremos una cosa, eso sí: leer copilado tiras diarias y dominicales con continuará implica leer mucha redundancia. Puede ser un pelín farragoso peor vean (solo pónganse a ver) como logra generar la variedad Caniff en ese truco de recapitular, avanzar y dejar enganchado al lector en cada tira y se van a olvidar de fárrago que puede parecer al inicio.

Si lo ven por ahí y les gusta la historieta, no lo duden: compren Steve Canyon. Es como leer le Quijote: al principio puede que cueste agarrarle el ritmo pero una vez que están en ello van a descubrirle todas las cosas deliciosas que tiene escondida.

 

La cabaña de Vance

La cabaña de Vance

Autor: “M. deSilva” (seudónimo de Manuel Arsís Solbes)

Colección: Bisonte nº 241

Edita: Bruguera, Barcelona, 1952)

 

Vender seguros nunca es fácil. Hay que convencer a la gente para que pongan dinero en algo que solo va a tener recuperación en caso de una desgracia. Algo que es aún difícil de vender si los seguros osn desconocidos en el lugar donde se ofrecen. Como es en el caso de un pueblo del Lejano Oeste, con un bandolero que es dueño del lugar y hace lo que quiere con él.

Por suerte Siby Vance no solo es un hombre con una lengua de oro: también es un duro, capaz de sacar su revolver rápidamente y de enfrentarse a golpes sin problema a quienes quieran abusar de él o de su trabajo, el de vendedor de seguros. Sobre todo porque el matón local está empeñado en eliminarlo, porque nuestro vendedor de seguros enfrenta a su poder. En medio de esto hay un romance complicado con la hija de un ranchero que cree (e influencia a los demás habitantes) que Vance y el maleante están compinchados en una elaborada estafa. Al final las cosas se arreglarán pero no sin dar unas cuantas vueltas, muchas más de las imaginables en una novelita tan breve.

M. de Silva fue uno de los muchos escribas españoles que, durante el franquismo, alimentaron la prodigiosa literatura de bolsilibro con historias entretenidas sin más. Ex oficial republicano, “represaliado” e imposibilitado de conseguir otro tipo de trabajo (lean más sobre él en este blog hecho por su nieto), su oficio como novelista era el principal ingreso familiar. Su narración es sólida, concisa y , como dije antes, con bastantes giros argumentales, con personajes bastante estereotipados pero con acción frenética. Sólido sin ser brillante. Como corresponde a un buen bolsilibro.

 

El beso de la muerte (Kiss and Kill, 1960)

El beso de la muerte (Kiss and Kill, 1960)

Autor: Richard Deming

Colección: Nueva Linterna nº 36

Edita: Malinca, Buenos Aires, 1960

 

Sam Carter es un estafador profesional que se dedica a estafar a mujeres ricas. La casualidad lo lleva a conocer a Mavis Train, aprendiz de estafadora. Entre ambos empezarán una lucrativa carrera de estafadores, haciéndose pasar por hermanos.. hasta que descubren que el asesinato es algo aún más lucrativo. Su modus operandi siempre es le mismo: revisar los avisos de corazones solitarios hasta encontrar a una candidata ideal, hacerse pasar por un hombre joven soltero y su hermana, casarse, contratar seguros y matarla. Luego con el dinero viven una vida relajada como los amantes que osn. Y la cosa funciona… hasta que Sam comienza a enamorarse de una de las mujeres que quiere asesinar. No cuento más para no entrar en el territorio de la sopa fría, pero digmaos que se viene un final de esos de justicia poética que se ven venir a los quilómetros. (tal vez demasiado evidentemente)

Richard Deming (1915 – 1983) era un escritor de novelas policiales prolífico aunque del montón. Se especializó en escribir adaptaciones noveladas de series televisivas y fueu no del os muchos autores que escribieron bajo el seudónimo de Ellery Queen, ademas de escribir para la televisión. O sea uno de esos escritores esforzados, que publicaban regularmente peor sin conseguir ningún éxito de ventas. Y se nota al leerlo: es una novela sólida, profesional, bien escrita, entretenida aunque a lo mejor con un final un poco demasiado telegrafiado. La novela está claramente inspirada en el caso policial de los “Lonely Hearts Killers”, uno de esos casos que hacen historia dentro de las páginas policiales.

Como lectura, fue unan ovela agradable sin ser nada del otro mundo. Richard Deming se convierte en un autor a tener en cuenta si lo encuentro barato.

 

Luz negra

Luz negra

Ttitulo Original: Black Daylight (1937)

Autor: Wallace Broker (seudónimo de Lawrence Donovan)

Colección: Hombres Audaces nº ¿30x?

Edita: Molino Argentina, Buenos Aires,1948

 

En las costas de la baja California de México, un pequeño pueblo es rodeado por una misteriosa luz negra, impenetrable para cualquier tipo de iluminación. Tras eella se porduce una masacre sin precedente de sus pobladores. Al recibir el pedido de ayuda, el capitán John Furia y su tripulación de Whirlwind se encuentran ocn una conspiración criminal mucho mas compleja, dirigida a conseguir algo más que botín. Y cuando la misteriosa luz negra se extiende por todo el puerto norteamericano de San Diego, generando caos y destrucción sin precedentes, Solo Furia y sus tripulantes pueden detener a quienes amenazan al gobierno de Estados Unidos…

El Capitán (o en inglés The Skipper) fue otro intento de la editorial Street & Smith de conseguir un nuevo Doc Savage. Como Savage, John Fury es un hombre superdotado tanto física como mentalmente (aunque Fury es pelirrojo). Como Savage, Fury tiene un conjunto de ayudantes tan capaces como él entre su tripulación, cada uno con sus diferentes personalidades. Como Savage mantiene unas instalaciones científicas de última generación, en este caso dentro de su barco, el Whirlwind, que parece externamente un viejo mercante pero que en su interior es una auténtica nave de combate y experimentación sin rival. Como Savage, sus rivales son científicos y criminales dotados de equipamentos científicos que van más allá del simple crimen.

Eso sí, a diferencia de Savage, los niveles de muertes y carnicería (si esta novela fuera un ejemplo típico de sus novelas, que no lo sé) en El Capitán son infinitamente superiores, llegando a niveles que podrían ser de los de una historia de The Spider (quien haya leído las novelas del Spider me entenderá…) en cuanto a gente masacrada.

El autor detrás de esta novela, Lawrence Donovan, era un antiguo periodista y guionista del cine mudo que aplicaba un estilo mucho más realista y “gritty” (no por nada había escrito para la mítica revista Black mask, donde nació el género negro policial) además de escribir historias de The Whisperer y del propio Savage. En esta entrevista Will Murray habla un poco más sobre él.

Y la verdad el estilo realista de Donovan es muy entretenido. Sin perder ni por un momento el tono de acción continua presente en una buena aventura de héroes del pulp, las descripciones, el tono brutal de las peleas, el diálogo ajustado y seco, el estilo ágil y al punto hizo de la lectura de esta novela algo muy disfrutable. Para ser uno de los personajes menos conocidos del os publicados en la mítica colección Hombres Audaces, El Capitán merece ser redescubierto por los lectores del buen pulp de aventuras, si esta novela es una buena muestra de su serie. Ojalá encuentre más novelas de él.

La Venus de ébano

La Venus de ébano

Autor: “Arnaldo Visconti” (seudónimo de Pedro Debrigode)

Colección: El Halcón nº 9

Edita: Bruguera, Barcelona, circa 1950

 

El Halcón contra una revuelta de esclavos. Nada más y nada menos eso pasa en esta novela. Inspirados por una sacerdotisa vudú (financiada secretamente por un hacendado sureño que quiere quedarse con las tierras de la zona) los esclavos negros están a puntote rebelarse  cuanod nuestro héroe interviene. Y en el medio, hay intrigas, relaciones entre los personajes de la serie y la amenaza de que Rock Gambler (la verdadera identidad de El Halcón , por si no lo saben) sea acusado de ser el promotor de la rebelión.

Aparentemente para esta altura, la serie estaba ya a punto de terminar y sus problemas siguen siendo los que he criticado en las reseñas anteriores de la serie: básicamente un argumento donde todo avanza isn sentido claro, donde los personajes y sus reacciones son los que sostienen lo que pasa, cual capítulos de una gran telenovela que sigue y sigue isn un objetivo muy claro, como un río que pierde fuerza cada vez más. Probablemente la única manera de juzgar realmente la serie, sus ventajas y desventajas sería leerlo todo junto, de corrido. Eso sí, Debrigode es un gran escritor de personajes y de diálogos. Digamos que es creíble que la serie durara tan poco, más allá de sus méritos.

 

Un violín en la tormenta

Un violín en la tormenta

Autor: “Arnaldo Visconti” (seudónimo de Pedro Debrigode)

Serie: El pirata negro nº 54

Edita: Bruguera, Barcelona, circa 1950

 

Primero, hagamos una explicación contextual. Entre la otra novela reseñada en este blog y ésta, evidentemente pasaron bastantes cosas. Nuestro pirata se ha convertido en un valeroso corsario al servicio del rey de España, dirigiendo un grupo irregular llamado la Legión del Mar (aparentemente la versión corsaria de la Legión Extranjera), se ha casado y ha tenido un hijo.

Una vez dicho esto digamos que en la novela en realidad hay dos relatos casi diferenciados uno del otro. La primera parte es maravillosa: hay un barco esclavista alemán, dirigido por un capitán que quiere construir en una isla una sociedad nueva con una raza nueva y superior, que gobernará a los demás. Por supuesto en el medio se comporta como un salvaje y tirano brutal, cual dictador. Que termine todo destruido porque el pirata negro libera a los esclavos  es de una ironía y una crítica mordaz y soterrada al nazismo que asombra por su claridad. Que algo así se publicara en la nacionalcatolicísima España franquista, me parece un hallazgo.

La segunda parte es mucho más embrollada. Por un lado hay un intento de hacer pasar oro falso  por una pareja de hermanos. Pero lo principal es la pelea entre el protagonista y su hijo adolescente, un nene de mamá que quiere básicamente quiere tocar le violín. Y la verdad la respuesta de nuestro amigo pirata es la de un padre chapado a la antigua que le resulta intolerable que el hijo no quiera hacer lo que se debe como hombre y se dedique a mariconadas. Llega hasta a amenazarse con separarse de su mujer porque ésta lo apaña demasiado al hijito. En fin, un prodigio de modernidad nuestro héroe. Pero no critiquemos costumbres que en el contexto que se publicaban no eran mal vistas como hoy día.

Lo que sí molesta es que en realidad, el dramón familiar oculta la falla estructural, que Debrigode oculta a golpe de grandes diálogos y grandes personalidades. Pero la segunda mitad de esta novela es confusa, como si fuera un episodio de telenovela venezolana a mitad de temporada, la situación se estira hasta lo indecible sin parecer muy claro hacia dónde va. Probablemente si uno lee toda la serie en el largo plazo, la cosa sería mucho más coherente. Como no dispongo de otros episodios, no consigo engancharme con él.

Y otro detalle: la tapa es LA MISMA que la novela anterior de la serie que reseñara (miren en el link de arriba y verán), lo cual creo que es una de las pocas veces que veo algo así en la literatura pulp, donde, generalmente se tomaban el trabajo de tener una tapa original y llamativa en cada número porque era le principal argumento de venta ¿A qué vino esa tacañería de parte de Bruguera?

Resumiendo la primera mitad de esta novela es maravillosa y la otra confusa. Tengo la sensación que la obra de Debrigode parece oscilar justamente entre ambas puntas: a veces brillante, a veces confusa. Sin embargo, debo decir a su favor que se nota que hay brío en la serie. Si por una de esas casualidades aparecen más episodios de la serie, los compraré y leeré con interés.